La mirada de Virginia Bersabé en la piel de ellas

La creadora cordobesa pone el foco en el universo de la vejez femenina para dignificarlo

Una de las obras expuestas en marzo en el Espacio Santa Clara de Sevilla.

A menudo se define Arte como aquello que conmociona para desatar una reflexión. Y esa fue mi impresión cuando me topé hace años con las primeras imágenes de la serie Perdidas en un cortijo andaluz, los murales que Virginia Bersabé (Córdoba, 1990) pintó a lo largo de una década en viejas edificaciones agrícolas de la Campiña sevillana. En mitad del paisaje, la dignidad de cal y adobe de los muros adquiere otra dimensión con la piel y el gesto de las mujeres retratadas en su senectud. En un mundo saturado de imágenes, es difícil sustraerse al formato. Yo al menos no pude hacerlo. Compruébenlo.

Tuve más clara la razón cuando visité la exposición De dónde tanta fuerza, que estuvo abierta en el Espacio Santa Clara de Sevilla, entre el 1 y el 31 del pasado mes de marzo -la reseña en este inconstante blog llega tarde, lo sé-. La divulgadora Eugenia Tenenbaum ponía en contexto la muestra recordando cómo en la Historia del Arte la vejez masculina ha contado con representación frecuente, un hombre viejo a menudo se ha retratado como un hombre sabio, mientras que la vejez femenina se ha usado menos y, de forma recurrente, como símbolo de alcahuetería o brujería.

Otro de los retratos de Virginia Bersabé que pudo verse en la exposición ‘De dónde tanta fuerza’.

El efecto catalizador de las pinturas de Virginia Bersabé está no sólo en el hecho de poner el foco en la mujer anciana -ella misma ha contado que su primera modelo fue su abuela ecijana-, sino en cómo lo hace. Son mujeres retratadas en su intimidad doméstica -en sus dormitorios, sus salas de estar, sus patios con cortinón- y en sus gestos cotidianos, como atusarse el pelo, vestirse o ponderar fuerzas para incorporarse o avanzar.

Con el mismo pundonor de la piel -flacidez y signos violáceos con una consistencia de niebla espesa-, Virginia Bersabé refleja las texturas de las colchas que las envuelven, los estampados del butacón, el patrón del ganchillo, el volumen de la zapatilla hecha al pie y los objetos amados dispuestos sobre el comodín. Entre ellos, se cuela como símbolo el botón de la teleasistencia.

Otra de las obras de Virgnia Bersabé expuestas recientemente en Sevilla.

Visitando la exposición, recordé los retratos de familias flamencas de Jan Van Eyck, la minuciosidad de los enseres y lo que pretendían contar sobre la vida de sus adinerados dueños. En las pinturas de Virginia Bersabé, licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla y que formó parte de la XIII Promoción de Jóvenes Creadores de la Fundación Antonio Gala, no hay intención de ostentación ni lujo. Pone marco a una realidad que no nos es ajena.

Sus modelos son mujeres que conocemos: abuelas, chachas, vecinas… Nos han cuidado. Nos hemos refugiado en sus patios, en sus salas, en su piel. Hemos jugado con los objetos de su tocador, nos han rozado los estampados de sus batas. Pero no las hemos mirado. No lo bastante. Con lo que implica. De ahí la conmoción.

Un mural de Viginia Bersabé en la calle Sol de la ciudad de Sevilla.

Una empresa organiza visitas guiadas a los murales de Virginia Bersabé

Para quien tenga curiosidad, hay una empresa que organiza visitas guiadas a los murales de la serie Perdidas en un cortijo andaluz. Todos están en el entorno de Écija. Dejo enlace: LocalLookTour

Cerró la muestra en Santa Clara, pero hay más

Si pasean por la zona norte del centro de Sevilla, hay un mural de Virginia Bersabé en la calle Sol.

Entrevista a la creadora

También dejo por aquí una entrevista que pude hacer a la creadora hace algunos años:

Virginia Bersabé: «No nos educan para entender el envejecimiento«

#MientrasCamino


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